GLORENZA Y SAINT
MORITZ
18 DE JUNIO DE 2014
Viajar
en autocaravana hace que te acuestes temprano y se aprovechen mas las horas de
sol diurnas. Hoy, no era aún las siete y media de la mañana, cuando el cantar de los pájaros, el murmullo
del agua y la luz del sol, que se filtraba tras las cortinas, hizo que me
despertara. Era demasiado temprano para ponernos en ruta por lo que priorice
escribir en el blog durante media hora, para luego hacer un buen desayuno y los
preparativos de continuar nuestro viaje.
No
queremos partir de Glorenza sin
disfrutar el paseo, a la orilla del rio, hasta la plaza del pueblo. El cielo
esta azul y el murmullo del agua nos acompaña. Intento hacer alguna fotografía,
pero como la mayoría de las veces, cuando las miro no reflejan exactamente la magia
del paisaje. Mis ojos saben captar mucho mejor esas imágenes, que lo hace mi
cámara.
Me
encanta la naturaleza, la brisa del aire fresco en el rostro, el ruido de los
pájaros y el murmullo del agua; por eso camino en silencio y en solitario. Tino
y yo nos distanciamos varios metros para disfrutar en solitario de la caminata,
que es de vez en cuando interrumpida por las bicicletas.
Varias personas han
tenido la misma idea que nosotros; solo que ellas realizan el paseo sobre
ruedas. Me lamento no controlar bien la bicicleta para hacer algo parecido,
pero a cambio tengo mis piernas que también saben darme disfrute. Estamos llegando
al pueblo, fortificado y con una gran muralla que lo rodea. Ha crecido y
algunos edificios se levantan fuera de ésta, como la iglesia que esta construida fuera del
recinto medieval.
Un gran nogal se encuentra a la entrada del recinto y desde
allí puedo divisar el campanario. No me parece una iglesia muy antigua, no
disponemos de mucho tiempo por lo que nos dirigimos a la plaza del pueblo, ya
en el interior de la muralla. Allí, en
el medio hay un hotel, cuya terraza esta
en el lateral de la plaza. Existe wifi libre. Me conecto fácilmente mientras
que Tino encuentra grandes dificultades para descargar sus correos. (Cuando
viajo por el extranjero siempre voy con Movistar, no estoy muy de acuerdo con
ellos y muchas veces son las que me cabreo, Tino ha utilizado varias compañías
telefónicas y después de pasar por varias, llegué a la conclusión que, para
viajar de España a el extranjero, la compañía que da mas garantías es Movistar,
aunque no precisamente es la mas barata.). El hotel de este pueblo tiene
externamente un aire rustico, pero cuando paso a los baños percibo que la
modernidad ha llegado a una época medieval. Nada que envidiar de un hotel
moderno de cualquier capital.
Hacemos
un recorrido por el pueblo, Glorenza se sitúa a unos 907 metros sobre
el nivel del mar. Sus murallas medievales se encuentran perfectamente
conservadas . Es la ciudad mas pequeña del Tirol del Sur de ahí que los propios
vecinos digan que habitan en un pueblo tan pequeño que para ir a la Iglesia
deben de salir fuera J.
Esta clasificado como uno de los pueblos mas bonitos de Italia. En la época
romana fue una encrucijada importante sobre todo en la ruta comercial Suiza. La
primera mención del pueblo data de 1163 aunque el nombre de Glorenza aparece en
1304, y en 1332 su poder comercial es
tan elevado que, en todo el valle, aparece una medida en el pesaje llamada medida de Glorenza. En esa época tiene
todo el monopolio del comercio de la sal.
El 22 de mayo de 1499 es destruida por las tropas suizas pero
posteriormente es reconstruida en base a un proyecto de un arquitecto militar, Jörg Kölderer, que realiza la muralla
con 350 troneras, siete torres con chapiteles y tres puertas. Se completa su
construcción en 1580. Su decadencia comienza a finales del siglo XIX, en la
actualidad la ciudad sobrevive gracias al turismo.
Los
lugares a visitar son: la Torre Flurin donde se asentó el
tribunal y posteriormente albergó la cárcel. La Puerta de Tubre que en
principio fue una vivienda, posteriormente se utilizo como puerta de entrada a
la ciudad. La Torre Kolben pertenecía a familias nobles hasta que paso a
ser propiedad del molinero de la ciudad. La Iglesia Parroquial de San Pancrazio
fuera de las murallas de la ciudad que se remonta a la época románica y la Iglesia de San Giacomo al Maso Söles
edificio de finales del gótico, construida entre 1570 y 1580 y que se encuentra
fuera de las murallas, entre los campos de cultivo y yo divisaba al acercarme
en mi paseo J.
Rodeando
por el interior toda muralla, la cual tiene acceso a su cima por viejas
escaleras de madera, en lo alto podemos divisar el paisaje a lo lejos.
Descendemos
para dar el ultimo recorrido al pueblo y caigo en la tentación de comprar un “souvenir.”;
una preciosa manta de búhos, que regalaré.
De
retirada al camping el perro ,del vecino por una noche, sale a saludarnos como
si fuéramos viejos amigos. Me fijo en que su tienda de campaña es enorme; ellos
aún se están instalando cuando nosotros concluimos la estancia. Solo nos queda
el cambio de aguas y estamos listos para continuar viaje.
Yo diría que son unas
quenelles redondas, desde luego si que son contundentes. Tomamos el café
mirando las montañas con nieve en las cumbres y las laderas en vertical llenas
de pinos. Me fascina este paisaje.
Cuando
llegamos a Saint Moritz descubro que
nunca me había parado a pensar como seria exactamente, pero la imagen que veo
choca con todo lo que en mi inconsciente existía. ¡No se!, yo creía que Saint
Moritz era una ciudad llena de edificios con luces de neón y adoquines por
doquier, al borde de un lago.
Lo primero que encontré fue unas vacas, como las
de mi pueblo de toda la vida, pastando en la pradera y un rio, al que bajaban a
beber. No daba crédito de que las vacas se encontraran libremente y de repente
me baje de mi nube y fui consciente que nada sabia de Saint Moritz, excepto que
era un lugar de descanso donde la gente iba a hacer deporte. Ya la imagen de las vacas me fascino, como si
yo no estuviera acostumbrada a verlas, ¡les hice fotografías tal si se trataran
de tops models!. La parte mejor aun estaba por llegar cuando descubrí el lago y
su paseo. Ahí quede embrujada, ninguna imagen con mi cámara reflejaba lo que
mis ojos miraban.
Las aguas tranquilas surcadas por algún ánade y sus crías y,
al fondo las montañas con nieve y los bosques de pinos, era exactamente las
fotografías que tantas veces había visto de niña en los calendarios y postales.
¡Así que era Saint Moritz lo que me hacia soñar de niña!.
Unos caballos
dirigidos por una muchacha paseaban tranquilamente, era el encanto del pueblo
inmerso en la ciudad. Quedé maravillada y además, sin agobios, sin estruendos,
los chicos saliendo de clase con sus patines y sus mochilas.
Saint Moritz esta situado en la cara
sur de los Alpes Suizos a unos 1.800 metros de altitud, es conocida como “El
salón de fiestas de los Alpes”. Rodeado de montañas y regiones de esquí
conocidas. En el valle existe una extensa red de senderismo y recorridos de
fondo, y se pueden practicar multitud de deportes. Carreras de caballos,
torneos de Polo sobre el lago helado etc. No podemos olvidar los centros
termales de la ciudad y sus alrededores con sus aguas ferruginosas.
Hay
un largo paseo de 55 minutos para subir a Saint
Moritz alto. Por unos instantes dudamos de tomar un autobús, pero estaba
tan agradable que me sentía con fuerza de hacer la caminata, hecho que
agradecimos, pues luego fuimos conscientes de que no llevábamos ni un solo
franco suizo con que pagar el autobús si lo hubiéramos tomado.
Subimos,
parando a cada momento a realizar fotografías; una caminata que aconsejo hacer
a todo aquel que se acerque a visitar el paraje. Yo sentía que el día tenía
algo mágico y así fue. ¡Termine encontrando dos tréboles de cuatro hojas!. Mi
historia con los tréboles tiene su gracia; cuando era niña, una tía de mi madre
me decía siempre que buscara tréboles de cuatro hojas para la suerte, y me
afanaba en hacerlo y así como fue que aprendí a encontrarlos. No se muy bien
porque, pero siempre encuentro tréboles de cuatro, cinco, y hasta seis y siete
hojas. Tengo un don especial para detectarlos; camino y, de repente, siento el
impulso de buscarlos y termino
encontrando alguno. Así fue como en el paseo que bordeaba el lago, sentí el
impulso de buscar un trébol, y no apareció uno, sino dos. En algún sitio leí
que para que traigan suerte, cuando encuentras uno de cuatro hojas, tienes que
regalarlo, así traerá suerte a ambos, al que lo recibe y al que lo da; los de cinco hojas has de quedarte con
ellos; los de mas hojas, creo que nadie
ha escrito como traen mas suerte, porque supongo que no es muy fácil
encontrarlos y ya es una suerte en si misma topar con alguno. Pues bien,
termine regalando uno a Tino y el otro lo guarde para mi, ya tenia la certeza
de que el resto del viaje iba a ser estupendo después del hallazgo del trébol,
no podía ser menos.
Continuamos
hasta el centro del pueblo alto, justo a la oficina de turismo, porque es donde
hay conexiones de internet libre.
La parte alta de Saint Moritz es una ciudad
quizás un poco en pendiente, dimos un pequeño paseo y pronto descendimos ya que
parecía que iba a llover, como así sucedió, pero antes de regresar compre carne
y un hermoso melón. Nos fue fácil pues hablan francés e italiano sin problema,
de todas formas con la tarjeta de crédito siempre se resuelven las barreras del
idioma.
Llegamos
a la autocaravana con la lluvia acompañándonos, necesitábamos buscar el próximo
lugar para pernoctar y nos dirigimos al camping de Silvaplana, llegamos un
poco tarde, ya había cerrado pero el camping es precioso, con unas vistas
magnificas. La barrera eléctrica nos impidió pasar y no nos quedo mas remedio
que continuar nuestro camino en dirección a una área próxima, me fijo que
venden leche a granel Bío, es la primera vez que veo leche Bío de venta a
granel en una maquina. Nuestra conexión de luz no sirve, y ya amenaza con caer
la noche, rápidamente decidimos o quedarnos sin electricidad o caminar mas
adelante, optamos por continuar aunque sea de noche, con gran pena ya que este
área no es bonita, la pena la sentimos por el camping de Silvaplana que si es
precioso. Nuestro punto final será el Lago Como.
Son
las 21:30 horas cuando llegamos y el área cerca de un restaurante, esta
cerrada, pero a pesar de eso gentilmente nos abren y nos dejan pasar. Estamos
cansados, sin ganas de cenar en la autocaravana, así que decidimos cenar en el
restaurante que tan gentilmente nos han abierto a pesar de las horas. La “roja”
juega contra Francia y aunque no soy muy forofa del futbol si me gustan los
partidos de la Selección Española. Que mejor que ver como se desarrolla el
partido al tiempo de una buena cena.
Pedimos
una parrillada de pescado y Tino unas chuletas de cordero con costra de
pistachos, como siempre, me pica la curiosidad de cómo será ese plato, y ¡como
no! Probamos un buen vino chianti. Recuerdo que tenemos un nuevo rey, Felipe VI
y Letizia han subido al trono y yo no he visto ni una sola imagen J.
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